Testimonio de Carolina Narvaez, en el marco de la experiencia comunitaria de colaboradores del taller de autoconocimiento de Cristina Sanchez en Morón, prov. De Bs. As.
“ A partir de ahora mi Visión de Vida es ¡Ser! Ser yo sin estar pensando en lo que el otro quiere que sea. Voy a vivir la vida a pleno, sin dejar que me venzan los monos, yendo siempre hacia adelante con confianza en mí, seguridad y fortaleza interior. De la tarea comunitaria y del taller de autoconocimiento me llevo un aprendizaje enormísimo y un cambio de visión total respecto de las otras personas.
Ellos tienen muchísimas carencias, y no sólo la comida les hace falta, lo que más necesitan es amor, alguien que los mire, les hable, los abrace, a lo mejor alguien que les ponga límites, pero sobre todo ellos quieren significar algo para el otro, buscar una persona que les presta atención, que los mire todo el tiempo, que los cuide… Una persona para la que puedan ser importantes. Bueno, “Pro-vida” es lo que el mismo nombre dice, es estar en la misma vereda que la vida y la vida de esos nenes es quizá diferente a la mía, pero me di cuenta de que no por eso vale menos.
Y me sorprendí porque ellos, los nenes, también cambiaron mi realidad y me enseñaron mucho, me ayudaron a descubrirme y encontrar en mi un corazón que quería dar amor, me hicieron verme en sus ojitos llamando la atención para reclamar cariño, me mostraron que un abrazo y un besito en el golpe era un remedio mágico. Con los más chicos aprendí a ver que en el mundo no estamos mi entorno y yo solamente, cada quien resolviendo sus problemas, viviendo su vida.
Hay algo más, otra realidad a la que tal vez le escapaba por creerme incapaz o imposibilitada para cambiarla. Y vi esa otra realidad y noté que podía cambiarla con juegos, abrazos, besos. Pero ellos nacieron en las mismas condiciones que yo y se merecen una vida digna como cualquier otro.
Voy a luchar para lograr mis sueños y voy a ir por más haciendo lo necesario para cumplir mis metas. Esos nenitos son como adultos, en el sentido de que se arreglan solos, de que nadie en sus casas se detiene a ver cómo están o qué les pasa, encerrados en un cuerpito de chico y no saben qué hacer, ni cómo actuar y cuando los vemos en la calle pidiendo monedas, limpiando vidrios o drogándose no nos detenemos a pensar en ellos, más bien los evitamos y les damos vuelta la cara.”